RESONANCIAS DE LAS II CONVERSACIONES DE CALA FIGUERA

 

PRIMERA   PARTE

ALGUNOS PENSAMIENTOS SOBRE LOS CARISMAS EN LA IGLESIA

 

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Antes de entrar en los comentarios sobre el desarrollo de las II Conversaciones de Cala Figuera, nos pareció oportuno poner en común,  algunos pensamientos que de estas nos surgieron y que tienen relación con  los Movimientos, con los Carismas en la Iglesia.

Esta temática es la primera de las tres partes que forman el contenido de estas reflexiones.

 

Entendimos que el tiempo actual, marcado por la búsqueda del reconocimiento canónico del M.C.C. ante la Santa Sede,  puso en evidencia el valor de las palabras que Eduardo Bonnín  pronunciara en 1988 en el 4to. Encuentro Mundial de Dirigentes en Venezuela. En esa oportunidad, nos señalaba la necesidad recibir reconocimiento de Derecho Canónico, refiriéndose a la necesaria aprobación del Movimiento por medio del Consejo Pontificio para los Laicos, para fortalecerlo con el aval de la Iglesia Universal.   Este paso tan esencial  en  estos tiempos que corren,  especialmente por todo el movimiento que se desprende de la acción de los Cursillos,  - tan extremadamente incisivo en la vida de los hombres en el mundo y en la actividad propia  de la Iglesia -,  parece posibilitar ahora, - las orientaciones para encontrar nuestro lugar dentro del derecho canónico –  por medio de la circunstancia que propicia definirnos, que no es otra que  la invitación del Consejo a recibir aprobación, circunstancia que favorece la propagación del Carisma de Fundación en la comprensión, encarnación y acción de los más posibles, - descontado el aporte de la Gracia y el Amor de Dios  y por consecuencia, el bien de los Pastores y de la Iglesia -, como un latido consciente en el corazón  de muchos  más hombres.

 

En búsqueda del reconocimiento canónico

El Movimiento de Cursillos de Cristiandad a concurrido al Pontificio Consejo para los laicos en búsqueda de reconocimiento.

Nos pareció necesario conocer un poco que es lo que trata, lo que hace  este dicasterio que asiste al Sumo Pontífice y que actúa internacionalmente.

 

Conociendo un poco de la función del Consejo Pontificio para los Laicos

 

Fuimos viendo que su acción especifica cubre todo lo relacionado con los laicos, tanto provengan de grupos organizados (Movimientos o Asociaciones) o comunidades no institucionalizadas, incluyendo la  atención a  personas individuales.

 

Nacido en 1967 bajo el nombre Consilium de Laicis, el Consejo fue reformado diez años después por Pablo VI, contándolo entre los dicasterios permanentes de la Curia Romana.

La privilegiada misión del Consejo para los Laicos “tareas para la vida de la Iglesia y ministerio del Papa” es constantemente alentada por Juan Pablo II.  Los laicos  no carecen entonces,  de una atenta consideración de todo lo que el Espíritu de Dios suscita en las personas y en las comunidades, para que las preocupaciones  de los hijos sean conocidas por el padre, pero también que la palabra del padre sea escuchada y llevada por todos.

 

A Movimientos y Asociaciones

 

Un trabajo del Consejo es tratar lo concerniente a las asociaciones laicales; erige a las que tienen un carácter internacional y aprueba y reconoce sus estatutos. La aprobación o modificación de estos, es competencia del Consejo cuando las asociaciones requieren la intervención de la Santa Sede, para la oportuna vigilancia sobre diversas actividades de apostolado que ellas cumplen, para el examen de los recursos y soluciones de controversias que atañen a sus miembros (...)

Cuidar que se observen las leyes eclesiásticas que atañen a los laicos y tratar, por vía administrativa, los litigios en que estos puedan entrar.

 

El Consejo es un “lugar de encuentro y de dialogo” iniciado por los laicos, continuado por ellos mismos y/o con los pastores.

 

“Lugar de encuentro y de diálogo”: esta expresión del  Motu propio tiene toda la fuerza y el peso de una consigna (...), el Consejo está centrado en el apostolado de los laicos y en torno a él ordena toda su actividad.

 

A la persona

 

Entre las competencias generales del Consejo existe una que nos parece destacable por su significado: (Comentario interno al Motu propio   “Apostolatus peragendi,” Roma 1977,3) “mucho más que una connotación meramente jurídica (dar reglas y normas, poner límites, imponer sanciones) hay una dimensión pastoral (ofrecer orientaciones para la vida cristiana, ayudar a realizar una vocación, etc.”)

El Consejo Pontificio para los laicos se ocupa de todos los seglares, incluso individualmente,  no solo porque desarrollan una actividad sino porque es persona, un bautizado, un miembro de la Iglesia que tiene necesidad de ser  educado en la fe, nutrido espiritualmente y estimulado para darse a la acción. Tal visión ensancha considerablemente  el radio de preocupación y de acción del Consejo.  

 

Un carisma es concedido de una vez y para siempre

 

Lo cristiano es acontecimiento-encuentro en la persona. Esta experiencia anima a todo movimiento en la Iglesia.

Desde la vivencia de la Gracia en el encuentro con uno mismo, en el encuentro con Cristo y llamados a valorar la amistad, -encuentro con otros-, el M.C.C. va al encuentro de los más posibles.

 

Desde los  fundadores  - jóvenes de Mallorca – en la década del 40, hasta la actualidad,  todo se entiende, cuando se conoce la vida de Eduardo Bonnín.

“La voz cantante”, el que preparó desde su visión-pensamiento, una  metodología para que el hombre sea más y mejor en el amor, esto evidencia,  que no puede llevarse adelante el carisma del fundador de una manera independiente,  sino en unidad con su pensamiento, en comunión con el Espíritu Santo.

 

Un don del Espíritu de Cristo se concede a una persona o a un grupo “de una vez para siempre”, por lo que hemos de entender en nuestra fe que, quién recibió esa gracia,  la seguirá  comunicando continuamente en la vida de aquellos integrados a la gracia del inicio, dentro de la cuál, cada uno se  desarrolla  y crece como  persona. 

 

La influencia de los iniciadores a la hora de vivir el carisma, alcanza a las personas en el tiempo histórico y la comunión de los santos toma su verdadero significado. 

 

Carisma / institución son coesenciales

 

En la Iglesia, todo aspecto institucional y carismático se necesitan, son coesenciales.

Es necesario para la unidad de la Iglesia, presentar y conseguir a través del esfuerzo de todos, -porque todos somos parte del Pueblo de Dios-, lo que une,  por lo cuál en ella no debería tener lugar contradicción alguna entre  institución y carisma, ya que es el mismo Espíritu quién los dona a la Iglesia.

 

Los elementos institucionales como los carismas hacen de la Iglesia un instrumento instituido por Dios a favor de los hombres. Son un regalo de Él. 

 

Los distintos movimientos que conforman la Iglesia desde su inicio, se fueron expresando con sus diversidades en el tiempo, ayudándola a renovarse, comprenderse, reformarse y a descubrir cada vez más auténticamente la fecundidad del Amor de Dios por todos.

 

Al ser guiada por el Espíritu Santo, la Iglesia  se orienta hacia  la verdad unificándose “en la comunión y el ministerio”  y la provee y gobierna con diferentes dones jerárquicos y carismáticos, embelleciéndola en su capacidad de intercambio y correspondencia entre institución y carisma.

 

La autoridad dada a  Pedro y a los  Apóstoles,  son dones del Espíritu Santo que tienen  su punto de partida en la llamada,  que de manera directa les hizo Jesús en vida.

 

Pablo se diferencia de la autoridad otorgada a Pedro, pero indisolublemente ambos caracteres son esenciales del ministerio apostólico: pneumatológico o carismático, y jerárquico-sacramental.

     

Los obispos,  en cuanto “apóstoles”, son destinados a todo el mundo entero y, aunque surgen como actuaciones concretas en su lugar, la Iglesia universal, precede a las iglesias locales y provee a estas de su signo de unidad católica, cuando tienen unidad con Roma.

 

En el cristianismo de los primeros tiempos existen dos ordenamientos para llevar el Evangelio a los no creyentes. Ambos han de estar uno junto al otro. Por un lado las Iglesias locales, que de a poco fueron asumiendo formas más estables, y  por  otro, el ministerio apostólico que en el tiempo fue dejando de reservarse  sólo a los Doce. 

 

Como dijimos anteriormente,  Jesús resucitado,  pone a Pablo en el  mismo nivel de los Doce,  abriendo desde este sentido el ministerio de “apóstol”,  a todos, como el ejemplo de San Lucas, que sin haber conocido en forma directa a Cristo,  ha escrito uno de los Evangelios.

 

Necesidad de conocer y encarnar el Carisma particular

 

Los movimientos laicales son muchos y variados en  los tiempos históricos de la Iglesia, son carismas, son dones, son regalos de Dios.

En varias oportunidades los carismas  mueven y despiertan sin eliminar otros carismas, a los que en oportunidades, ayudan a sus propias reconstrucciones. Dicho de otra forma, ciertos carismas en sus movimientos, suelen colaborar a renovarse  y encontrarse en su autentica identidad a otros,  lo cuál supone un esfuerzo de discernimiento y actitud similar, siempre primero en sí mismo. 

 

Compartir la vida con amigos,  es una característica de los Movimientos asociativos de la Iglesia.

 

Estudiar, discernir, observar a conciencia y tomarse seriamente el carisma propio de la comunidad en que uno se encuentra inmerso, puede determinar beneficios para la construcción de la Iglesia, porque cada carisma no es cerrado en sí mismo y está abierto al reconocimiento de los otros y a dejarse ayudar para la propia misión.

 

En relación a esto,  los iniciadores del MCC, comenzaron a exponer pensamientos y reflexiones sobre sí mismo y de modo critico,  ya en 1981,   con el llamado “Manifiesto”, “Cursillos de Cristiandad realidad aún no realizada.”

Luego, en 1994, perfilando los conceptos clave del Carisma de Fundación,  dentro del marco de un grupo con presencia física y personal en Mallorca, en unidad con los fundadores, expusieron y dejaron fluir reflexiones sobre el Carisma Fundacional, ahondando en la propia  reforma del MCC.

Los temas allí expuestos, se fueron tratando  dentro y fuera de la estructura del Movimiento en distintos lugares del planeta. Las reflexiones se van trasladando entre algunos dirigentes,  e incluso en alguna estructura de la organización del M.C.C..  Se va notando una influencia de pensamientos que sirven para preguntarse por ciertos  desvíos,   pero fundamentalmente, para orientarse desde la mentalidad de los fundadores,  en procura de un  retorno al Carisma Original.

 

Aprecio por otros carismas

 

La unidad en la diversidad de los Carismas de los Movimientos y Comunidades, tiene una forma, que es un modo de situarse en la comunicación y relación con los otros. Esto tiene  punto de partida, siempre y cuando  cada Movimiento o Asociación, se asiente y sea  orientado por su  Carisma Original,   modo  en que cada carisma, o don,  se pone al servicio de otros y se  deja ayudar por otros para una mayor fidelidad a la propia misión de cada movimiento.

Esto requiere avanzar en fraternidad y colocarse en ángulo de aprendizaje, lugar que a veces no  es asumido en su medida adecuada.

 

Profundizar en relaciones de amistad

 

Las amistades en Cristo hacen mucho bien, ya que  muestran a modo de sonrisa,  que es posible crecer como personas,  y esto  atrae  a otros.

Este hecho no miente. Cuando se logra un trato de amigos,  produce en otros deseos de compartir  igual forma.

 

En la actualidad,  hemos de apreciar una serie de nuevas comunidades o movimientos eclesiales no programados por la jerarquía de la Iglesia. En ocasiones  un sacerdote, en otras una comunidad institucionalizada, pueden  presionar e incluso apagar, inconscientemente,  creatividades expresadas por una persona o un grupo y que son propias del Espíritu de Dios.

   

En los últimos dos siglos hemos visto nacer en la Iglesia un vasto número de grupos, movimientos, asociaciones, comunidades, en el que descubrimos raíces de una constante experiencia cristiana, que ante las necesidades sociales, renueva su sensibilidad.

 

Finalidad:   encuentro consigo mismo, con Cristo y los demás

 

Dentro de está vasta gama de movimientos está el MCC, y lo innovador de los Cursillos de Cristiandad, (si se nos permite decirlo así), se presenta un movimiento que expresa el acontecimiento-cristiano en la persona,  en el interior de la persona,  para que recién luego,  -consecuencia lógica-,  se explaye, se relacione,  se comunique en lo externo, a los demás.   

 

Lo cristiano,  según cursillos,  es vivencia de un encuentro interior de la persona más que un cambio. Este encuentro acontece en uno mismo,  consigo mismo, con Cristo y con  los demás.

El encuentro consigo mismo, es decir, con  la persona de uno; posibilita el  encuentro con la Persona de Cristo y encuentro con las demás personas, dando a conocer a un  Cristo vivo, real, y cercano.

 

Finalidad:   en los ambientes

 

Cursillos, en sus fundadores y en sus escuelas, muestra que el movimiento va mucho más allá de la institución nacida en ellos mismos. Usan todos los medios a su alcance para extender su experiencia, revindicando la verdad y la libertad.

 

Los Cursillos son un anuncio kerygmático sobre el Rostro de Cristo,  que invita a mirarlo y seguirlo en su  resurrección, privilegiando a  aquellas personas “alejadas”, para que se pongan en contacto consciente con la Gracia.

 

Es sumamente significativo y a la vez  sorprendente encontrar que aquellos que tienen y crecen en una relación de amistad en el Carisma particular del MCC, se buscan, se escriben, se encuentran, rezan, reflexionan, pretendiendo que llegue  a los más posibles la alegría de que Dios en Cristo Resucitado nos ama.

 

En el movimiento, se transforman en cristiano las realidades del mundo de cada   hombre. A medida que esto ocurre, un nuevo estilo de vida muestra  nuevas realidades que sorprenden gratamente a aquellos que se ponen en contacto con ellas. 

Por un lado se da una transformación en cristiano de las  personas en sus ambientes naturales y por otro,  se brinda respuesta  a la problemática eclesial que tiene raíz en determinados casos  “marginales”,   a los que no se los consideran por falta de discernimiento adecuado y que ciertos  movimientos ahora  comienzan a tratarlos.

  

Por ello,  en el derecho en uso no había lugar para estos movimientos que profundizaban en una realidad ambiental que era necesario asumir y  transformar desde dentro.

 

Los Cursillos consideran que junto a “los alejados” se aprende y se participa del Evangelio de Jesús.

 

Estudio y acción para transformar la realidad

 

Es la realidad la que poco a poco va imponiendo a la Iglesia la necesidad de buscar una forma jurídica que proporcione un lugar a estas nuevas realidades eclesiales. Pero esto no se hará nueva realidad de acuerdo al Evangelio, si no hay hombres decididos a adelantarse en la transformación.

 

Los movimientos de Iglesia dentro  del sentido que con este término se les da y conoce  hoy en día, tuvieron que abrirse camino  con suma dificultad entre las disposiciones eclesiásticas.

 

Algunos hombres de Iglesia no aceptan una realidad diferente,  a la que generalmente no quieren contemplar.

 

Lograr  que se acepte una realidad distinta,   tiene  necesidad de una actitud concreta de fe en el Señor, que en algunos casos,  requiere  maduración eclesial.

 

Discutir ahora ciertos términos o actitudes que hasta hace pocos años era imposible comprender en sus formas,  resulta hasta jocoso,  sin embargo, persisten o aparecen nuevas  realidades que necesitan discernimiento serio y modificación,  en  un contexto de misericordia y verdad. 

 

Entrar en el plano de la realidad desde lo que lo que ésta  muestra,   requiere comprender, que los hechos no se manifiestan siempre de la misma manera en el transcurso del tiempo.

Según las épocas son distintos los fenómenos,  las maneras, los modos que permiten adoptar o describir una realidad que no siempre se evidencia en una misma magnitud.

Desde este punto de vista,  las realidades de los movimientos de la Iglesia   hacen  presente a Cristo en el mundo, desde lo que no es rígido, sino desde   lo contrario:   movimiento.

 

Movimiento / Carisma

 

Las Asociaciones son más estructuradas que los Movimientos. A la vez, los Movimientos cuentan con un mínimo de organización institucional que, siempre tienen que constituirse al hecho fundamental de hacerlo en torno a una idea-fuerza que impulsa de continuo la acción. Esto es lo que  llamamos espíritu-criterio,  que es el que rige la unidad entre los componentes de la comunidad de Cursillos, que proviene del Carisma, siempre particular en lo que se refiere a cada grupo.

 

Comunión/Misión

 

La misma Iglesia es movimiento; es sacramento de  comunión entre los hombres y de la humanidad con Dios, por lo que, sus movimientos,  deben ser signo de esta comunión  y ejemplo de ello en el mundo.

Es exigencia de comunión entre laicos y pastores, por lo cuál los movimientos están llamados a superar la clericalización de los laicos y la secularización de los clérigos.

En ese sentido la caridad tiene que aflorar mucho más que los términos que suelen responder al solo modo institucional. Los carismas, a la vez, al tener presencia, tienen que ser verificados por la autoridad competente, lo cuál una vez determinados como carismas, tienen que ser acompañado por los Obispos.

Incluso, cuando un movimiento tiene el reconocimiento canónico, no desliga al Pastor de cuidar el buen empleo de los dones del Carisma.

  

Para entrar a profundizar sobre los fenómenos de los movimientos eclesiales de los últimos tiempos,  hemos de decir ante todo, que el laico estuvo siempre presente en la misión de la Iglesia, pero que es ahora, cuando de manera más organizada, adquiere un mayor protagonismo.

 

Es el Concilio Vaticano II  en la Lumen Gentium,  donde el laico encuentra una ubicación teológica adecuada y aparece como signo de una nueva realidad en la Iglesia.

 

El Cardenal Wojtyla  ya insistía allá por el  año 1967,  en que se creara el Consejo para los Laicos,  que en ese ámbito tenían que encontrar cabida todos los fieles cristianos con las diversas formas organizadas de apostolado, incluyendo aquellas sin ningún organigrama. Esta posición era una consecuencia de su labor y su participación en las consultas que le hacia en ese sentido el Papa Pablo VI.  Era a su vez, una consecuencia de su total aceptación de la doctrina conciliar a cuya elaboración había contribuido.

Seguramente ya en su experiencia,   nuestro querido Juan Pablo II, veía que en las situaciones diarias era posible que el  laico a través de su vida fuera un testimonio de lo cristiano, primero en sí mismo e invitación  para los demás.

 

De esta manera confirmaba que el Evangelio es posible experimentarlo en la vida cotidiana, en lo familiar, en los ambientes de trabajo, en las diversiones.   

 

Su personal experiencia pudo hacerle observar el nacimiento de los movimientos eclesiales  -antes y después del Concilio Vaticano II- y  buscar de favorecerlos.

El Concilio Vaticano II  volvía a poner la realidad de los laicos, la dignidad  surgida del bautismo. 

La laicidad que caracteriza a  los movimientos eclesiales en general, expresa la dignidad de hijos de Dios de todos los miembros de la Iglesia y la capacidad de ser testigo de Cristo en el mundo.

 

El Espíritu Santo mueve desde entonces a muchos laicos, que por medio de Movimientos superan ciertas realidades, acogiendo a corazón abierto  dones  y  a la vez transmitiéndolos a otros.

 

Toda la Iglesia, en todos sus componentes, es misionera y responsable de su misión. Los bautizados formamos la Iglesia, somos Iglesia, somos Pueblo de Dios.

Los laicos y los movimientos comunitarios a los que pertenecen, son capacitados para lo cristiano,  no por delegación, sino por la misma naturaleza ontológica de su bautismo. Esta verdad, orienta toda la acción del laicado.

 

Un inconveniente que los laicos hemos de superar es la autoclericalización por nosotros mismos o por algunos clérigos. Muchas veces ello nos permite una comodidad que nos evita tomar decisiones, trayéndonos de alguna manera una cierta tranquilidad, porque no quedamos expuestos a una decisión personal y a veces o casi siempre pública, acción que no es respuesta cristiana.

 

El Movimiento de Cursillos tiene una permanente actitud, la de estudiar la realidad. Ese discernimiento,  requiere apertura de corazón continua, para lo que se hace necesario no cerrar con censura ningún problema ni ninguna posibilidad.

Esto es necesario practicarlo en una doble vertiente, hacia el mundo y hacia la misma vida del MCC y de la Iglesia.

 

Ayudar a allanar el camino del reconocimiento canónico

 

El Congreso Mundial  de Movimientos eclesiales  y nuevas Comunidades de 1998, contó con la presencia de  fundadores. Esto ha sido un hecho único en la historia de la Iglesia.

Demostró el fuerte apoyo del Santo Padre a estos movimientos y quedó evidenciado los vínculos que unen a los Movimientos con el Magisterio, el Santo Padre y los Obispos.

 

Cuando un Movimiento recibe reconocimiento canónico, es un reconocimiento a su Carisma.  

 

En el caso del MCC, cuando se concrete el reconocimiento que se está tramitando, será una certificación de la Iglesia Universal a un Carisma oficial ya reconocido en los inicios por  Monseñor Hervás.

En razón de la búsqueda de reconocimiento que el MCC está llevando adelante, -su Carisma particular-,  recordado ahora en el acto que lo ha de  distinguir, requiere,  en estos pasos previos, una presencia real y efectiva de su fundador, de aquellos que son los continuadores de la mentalidad fundacional, procurando que ese pensamiento quede expresado en los estatutos, aval insustituible de los fundadores, en el caso, de Eduardo Bonnín y del Secretariado Diocesano de Mallorca. 

 

Juan Pablo II nos exhortó a crecer en conciencia e identidad eclesial, invitación que repitió el  4 de Mayo del 2002 a un grupo de responsables italianos del MCC.  “Hoy ante vosotros se abre una  etapa nueva: la madurez eclesial. (...) La Iglesia espera de vosotros frutos  “maduros” de comunión y compromiso.” Esto no debería ejercerse hacia otros sin ponerlo en la vida entre nosotros los dirigentes miembros de la comunidad de cursillos.

Continuó nuestro Santo Padre: “Esa invitación conserva plenamente actualidad y urgencia, y constituye un autentico desafío que es preciso afrontar con valentía y determinación. En la línea de este compromiso para alcanzar una madurez eclesial cada vez más sólida se sitúa la solicitud que el OMCC ha hecho al dicasterio competente de la Curia romana, a fin de obtener el reconocimiento canónico y la aprobación de sus estatutos.”

 

El desafío nos lleva a tomar decisiones con rapidez. El objetivo es  lograr una mayor  madurez,  y esta siempre ha de brotar de la “fuerza de la comunión”. De esta manera reverenciamos lo que el Espíritu Santo nos pide  y con la acción concreta,   respetamos “la primacía de la gracia.”.

Este modo de comunicarnos, de ir a los demás, convencidos que la renovación humano cristiana de la sociedad se funda antes que nada en nosotros, es la acción que nos permite ir conociendo mejor el camino hacia nosotros mismos y el camino hacia los demás y tener el gran gusto de  transitarlo en compañía, en lo que llamamos, el gozo de la amistad.

 

 

                                 Un grupo de amigos de Argentina.

                                  

                                   Manolo Bernal

                                   Juan C. Carvajal

                                   Yolando Gori

                                   Alberto Monteagudo

                                   Juan C. Pérez

                                   Darío Tarkowski

                                                                             

      

 

2da. Parte: Retos y Futuros del MCC

3ra.Parte:  Abanico de ideas sobre la realidad actual

 

 


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